Iba conduciendo, tú a mi lado (el volante a la izquierda). Llevaba lo mismo que ayer: un vestido de satén rojo granate hasta media pierna, manga francesa y escote en pico. Medias negras hasta el muslo, botines de tacón marrón oscuro y un semitanga de encaje negro.
“Metería mi mano entre tus muslos, pero sería peligroso”, dijiste. Respondí que sí. Pero de repente pones tu mano entre mis piernas, y la dejas ahí, no la mueves. Sigo concentrada en la carretera, pero tú eres prudente y sigues sin hacer nada.
Está oscuro, es un camino rural. Me detengo en un claro en una curva. Tú mandas…