El viernes Ana decide darse una vuelta por un local nuevo para ella. Hay una fiesta temática que llaman Eyes Wide Shut, ni más ni menos… El código de vestimenta es el antifaz, porque no exige más que eso. Es un club naturista. Confirma con una llamada de teléfono que no hace falta para nada que se preocupe de llevar algo que combine con el antifaz, es obligatorio desplazarse como máximo en toalla desde que se entra en el local.
A la entrada, el encargado, que no la conoce, la para en seco. Entra muy decidida, él la mira y le pregunta – como debe estar acostumbrado – ¿sabes dónde vienes? Sí, sé que es un club swinger. Después de contarle el funcionamiento, termina con un si tienes cualquier problema me dices. Son algo menos de las once, está bastante tranquilo. Se respira un ambiente de sauna. Muy agradable. Ana se dirige al bar y pide una bebida sin alcohol; están incluidas en el precio de la entrada, lo que es también una forma de estimular un ambiente más saludable. Hay parejas de todas las edades, y algunos hombres solos, pero mujeres solas no se ven, la verdad. Ella piensa: sí esta tarde yo también he pensado como vosotras, las que no habéis venido; pero luego he dicho ¡pero qué narices! En el bar habla con otros clientes, recibe alguna propuesta de invitación, que rechaza. Ya estoy bebiendo, gracias. Hay algunos hombres jóvenes, pero ninguno…
Termina la bebida y se va al jacuzzi. Anda por todas las salas, vestida de Eva, aunque con la toalla. Todo el mundo se tapa con ella para circular, si se quiere. Mete la cabeza en todas partes: sala BDSM, sala común con camas tipo tatami, habitaciones individuales que pueden valer para una o dos parejas. Está bien ventilado y huele a bien mantenido. La sala de jacuzzi no es muy grande, el vaso ocupa casi todo el espacio. Se quita la toalla y la cuelga en la barandilla. Se mete en el agua despacio. Siempre ha evitado los sitios naturistas. Quién sabe por qué. Ya da igual. Se siente muy cómoda así, desnuda. Hay unas cinco personas bañándose, entre ellas dos parejas, una mayor y otra de mediana edad. Repara en un hombre, de unos 50 años o más, muy atractivo. Su pareja, muy nerviosa, se mueve de un lado para otro, como una niña pequeña, exhibiendo sus grandes pechos. Es pronto todavía. Se está fenomenal en el agua. Asoma por la puerta un chico moreno, bien hecho. Entra, sale. A ver si hay suerte. Sí, se mete en el agua, de espaldas… vaya. No está nada mal. A todo esto, ella sigue con el antifaz, se lo quita un rato (sabe que le sienta bien, no es por otra cosa). Pasa más de media hora. Sale del agua, al salir aprovecha para decir hola y empiezan a hablar. Deciden ir a tomar algo a la zona de restauración. ¿Qué edad tienes? Pregunta. Dímelo tú. 35? Casi, 42. 😉 ¿Tú? 37 Piden y se van a sentar. Como en cualquier otro sitio, hablan un poco de ellos, pero la conversación pasa rápido a sus preferencias, sin problemas. El chico parece muy sensual, y tiene una interesantísima lista de fetichismos, que identifica como raros. Ella los ve de lo más normales: axilas, vello, le gusta chupar pies, morder los tangas mientras folla ¡me encanta! Piensa. Se levanta un momento, para… colocarse la toalla. Lo que quería era exhibirse. Vale, ya ha quedado claro que estás muy bien. Misión cumplida. Siguen hablando. Pero aparecen otras prácticas y resulta ser tremendamente bi, tanto que no se inclina de ningún lado más que del otro. Vaya, no, no me siento cómoda. Dicho esto, se separan. Solo hombres hetero, lo tiene claro. Termina la bebida y sigue sin ver nada que interese. Algunos solos, bien en general, pero… Piensa en darse otro baño.
Se ha renovado al público en el jacuzzi. Repara en una pareja joven. Efectivamente son pareja, chilenos, o uruguayos, o argentinos. Muy agradables y normales. Es la primera vez que vienen a un club de este tipo con la idea de hacer un trío si se presenta. Están muy a gusto los tres en el agua. Acuerdan seguir adelante. A Ana es la chica quien le parece más atractiva, él está bien. Pero precisamente por gustarle los hombres ahí es donde tiene más problemas. Con ellas no necesita gran cosa, salvo ser agradables y… curvas. Muy primario. Esto queda claro desde el principio.
Entran en una sala individual. ¿Te importa que miren? Yo prefiero que no. Vale, nosotros igual. Corren las cortinillas. Se quitan las toallas. Se acercan las dos mujeres, que son las que más química tienen. El por el momento prefiere mirar. Celia tiene el pelo largo, lacio y rubio. Ana, morena con el cabello fosco, sobre todo por la humedad del local, fosco sin duda. Celia es bajita, pero de formas más que generosas, Ana más delgada y con pechos más pequeños, pero también tiene sus redondeces. A Ana le encantan sus pezones, que pelliza mientras la besa. Pasan un rato largo besándose y tocándose mutuamente. A él le está gustando mucho mirar. No hay prisa, ellas se recorren por entero, turnándose la una sobre la otra. A Ana le cuesta bastante ponerse en situación, pero con tiempo y la intimidad que proporciona la sala, todo parece que va fluyendo. Quién le hubiera dicho que hoy se iba a sentir tan a gusto con una mujer. El decide acercarse poco a poco. Se coloca detrás de Ana, al fin y al cabo ella es la novedad para él. Mientras las dos mujeres se besan, él empieza a tocarla por todas partes. En unos minutos Ana se da la vuelta y empieza a interactuar con él, mientras Celia se aparta un poco. La cosa sigue unos minutos entre los dos, pero Ana se da cuenta al poco de que no siente nada. Nada de nada. Se está sintiendo incómoda y decide separarse. No pasa nada, él lo entiende. Pues me vuelvo a mirar. Y así lo hace. Y ellas vuelven a lo suyo…