Ya es viernes, tengo todo lo que necesitaba. He comprado la chaqueta de equitación y las botas. Me encanta cómo me quedan. No he recibido ninguna otra indicación sobre lo que quiere o cómo lo quiere así que por el momento dejo que mi fantasía me inspire para proponer escenas. Le he preguntado por whatsapp qué te gusta. Me responde con una pregunta. ¿te gusta que te dominen? Me gusta que lo intenten. Entonces a lo mejor nos divertimos. Cuánto más disfrutes tú más lo haré yo.
Me pruebo la chaqueta negra, con ribete blanco, y debajo la ropa interior elegida, sin camisa. Escojo un sujetador negro con las copas cubiertas de encaje completado con un tanga de mínimo, unas medias negras de cristal. Según me lo pruebo con las botas me gusto mucho en el espejo.
Me pongo un vestido sencillo azul marino, de manga corta. Encima me pondré la gabardina, con unas sandalias altas abiertas.
El collar ya lo tenía… Es de metal recubierto de cuero, de mi talla, solo un poco holgado. Tiene una argolla de acero grande y vistosa, y una cadena gruesa.
Termino de meter lo que necesito en una bolsa de deporte: la chaqueta de montar doblada lo mejor que puedo, la fusta… mi neceser y preservativos.
Se acerca la hora. Recibo en mi whatssapp su mensaje: Hola, la habitación es la 211.
Salgo del ascensor, camino sobre la moqueta despacio, observando el pasillo y mirando las numeraciones de las puertas. Ya estoy. Suspiro profundamente, miro hacia mi interior. Me decido a llamar a la puerta, oigo los pasos caminando. Se abre, y aparece el hombre con que el que estuve conectada hace unos días, con una sonrisa, y un pasa por favor. Entro despacio, me detengo delante de él. Se mueve un poco hacia un lado para hacerme sitio. Puedes dejar tus cosas aquí, dice señalando un sillón grande. Lleva una camisa azul claro, y pantalones azul marino con un ligero brillo, sin corbata. Me quito la gabardina, tiende la mano para cogerla y la cuelga en el recibidor de la habitación, en una percha, cuidadosamente.
¿Tienes hambre? He encargado una cena ligera. Bien, digo, estupendo. En una mesa baja redonda hay algo de pescado, canapés y vino blanco. Me invita a sentarme, él se sienta frente a mí. Creo que estoy algo tensa, me doy cuenta e intento sacar mi versión extrovertida espontánea. ¿Vives fuera? Intento hacer una pregunta neutra, que inicie una conversación sin preguntar demasiado. No, vivo en el centro. Estoy separado, tengo hijos. Hace una pausa, como si no quisiera contar demasiado, y me mira serio. Aparta la mirada, como si se hubiera dado cuenta de que tiene que seguir el hilo de la conversación. Mientras sirve el vino. Sigue hablando: estudio proyectos, alguno los financio, en total o en parte a veces, y otros los llevan. Yo los voy siguiendo. Tengo varios trabajos, como tú. Me mira fijamente, no sé cómo tomarme eso. Parece pensativo. Te aburro si te hablo de ello. A lo mejor no. De verdad, no creo que me aburra, intento seguir por ahí la conversación. Empieza a comentar sobre varios campos, que si retail en Berlín, mercado de cereales internacional, soja… ¿te gusta el pescado? Sí. No tenía apetito, pero está muy bueno, el vino también. No sé de qué hablar. Me rescata y sigue él. La verdad es que vivo en hoteles. Vuelve a quedarse pensativo. Desde que me separé empecé a vivir así, y hasta hoy. No necesito más logística que esa.
Ciertamente me parece una forma algo triste de vivir. ¿Y con qué frecuencia usas estos servicios? Disparo con bala, pero quiero saber con quién estoy. Me muevo entre el interés y la preocupación. Es variable, responde. Cuando veo a alguien que pienso que puede hacerlo bien. ¿Y tienes relaciones con mujeres…? Sin precio, quieres decir. Sonríe según escucha esto. Sí, de vez en cuando. Algunas han tenido alguna estabilidad. Es por aquí por donde quiero que siga. ¿Entonces? ¿Tus gustos son… escabrosos? No, lo vas a ver. Las profesionales son … entregadas y creativas. Pero lo mejor aquí, es que realmente estás a mis órdenes. Ninguna como una profesional hace esto. Las demás no se lo creen del todo.
Dejo el resto para más tarde, casi mejor. Ahora le pregunto en qué está trabajando. Creo que se siente aliviado de poder cambiar de tema y empieza a hablarme de un proyecto, pero dice este te va aburrir, y me empieza a hablar de otro algo más llamativo. Le escucho con interés.
De pronto, creo que la cena ha terminado. Me levanto, voy a lavarme los dientes. Me mira. Si vas al baño, sal con la chaqueta y las botas. Sonrío.
Cojo mi bolsa y entro en el baño. Al rato salgo preparada. Encima de la mesa hay un talón al portador y una cantidad en efectivo que guardo en mi bolsa. Dejo todo lo necesario a mano en el sillón y me siento de nuevo a la mesa, donde él sigue. Dejo la fusta, y le miro. Levanto la cabeza a modo de pregunta. La coge y se levanta, se coloca detrás de mí. Pone su mano en mi nuca al tiempo que sujeta la fusta, con la otra me abre la chaqueta. Me excita la idea de estar a órdenes de alguien, sabiendo que no me gusta y que probablemente me revele interiormente. Pasa la palma de su mano por la línea de mi sujetador, y desliza su mano dentro. Me gusta lo que siento. Se agacha frente a mí, y saca mis dos pechos por encima del sujetador. Mis pezones están erectos, pone sus labios sobre uno de ellos, lo lame, lo muerde ligeramente, se va hacia el otro unos segundos después. Empiezo a respirar fuerte. Levántate, me dice. Lo hago. Tira hacia afuera de mis medias, coloca su mano izquierda plana sobre mi ombligo y la va deslizando despacio dentro de mi ropa interior, mete su índice entre los labios, se queda unos segundos palpando; saca su dedo húmedo y se lo lleva a la boca.
Me coge por los hombros y me hace girar. Me coloca de rodillas sobre la silla, mirando al respaldo. Inclínate hacia delante, un poco, saca el culo. Tengo calor. Pone las manos sobre mis glúteos y empieza a acariciarlos, haciendo círculos. Me concentro en sentirlas. Siento que rompe la media con una dedo, la rasga con cuidado, da un tirón hacia fuera con las dos manos y rompe toda la parte trasera. ¿de verdad me van a pagar por esto? Agarra la tira del tanga, la tensa, milimétricamente, la va metiendo entre los labios, tirante, me roza. Me inclina la espalda un poco más mientras se agacha, delante de mi trasero. Sigue tensando la tira, contemplando. Noto la fusta deslizándose, hurgando con cuidado. Un dedo que entra muy despacio, se para y se queda dentro. Se mueve un poco. Noto lo bien que se desliza, cierro los ojos. Se levanta, pero su dedo sigue dentro, está inclinado sobre mí, se pega a mi espalda mientras me folla con el dedo. Estoy sudando. Para y sale despacio.
Me incorpora. Ven a tumbarte en la cama. Me tumba boca arriba, se acerca a coger el collar, me lo pone y lo engancha al cabecero de forja, tirante. Se sienta a mi lado, con la fusta empieza a rozarme los pezones. Con la mano izquierda vuelve a meterse en mis bragas. Hace un rato estaba hablándome de su trabajo y ahora tengo su mano entre mis piernas. Mientras me toca no puedo ocultar lo que me gusta y lo excitada que estoy ya. Se agacha un poco para acercarse a mi cara, abro los ojos. No eres una profesional, me dice. Eso no me ha sonado bien, está poniendo en cuestión mi trabajo, aunque sea para ser puta intentaré hacerlo bien. Encontré el teléfono dónde quería llamar el día que hablé contigo. Sé que me equivoqué de número, no eres una profesional. De eso se trata, me ha descubierto.
¿Estás segura de que quieres seguir? Coge la cadena y da un tirón fuerte, tensa mi cuello y me coge por la mandíbula. ¿Qué implica seguir? Si no eres una profesional puede tener ventajas. Si sigues puedo ir más lejos contigo. ¿Cómo de lejos? Entonces pega otro tirón, me hace daño, y suelta un poco, lo justo para que no duela. Me cuido con las mujeres, no corro riesgos ¿y tú? No creo en los riesgos, respondo. Viéndome atada por el cuello por un extraño, esto que digo suena raro. Si te quedas podemos quitar los límites. ¿Qué límites? Sin protección, dice. No hago daño, solo la fuerza necesaria para divertirnos. Eso te gusta ¿Verdad? Suéltame, le digo. Afloja la cadena, la suelta y abre el collar. Me levanto corriendo, me guardo las tetas. Voy hacia mi bolsa, saco el talón, el dinero, cojo mi gabardina en la entrada y abro la puerta. Salgo sin cerrar. Ando de nuevo por el pasillo enmoquetado, hacia el ascensor. Voy más despacio. Me detengo. Si me ha soltado no lo veo tan mal. Tengo un nudo en el estómago, pero me gusta. Si me voy me voy a perder algo. Cómo me apetece hacer esto.
Me doy la vuelta y camino de nuevo hacia la habitación. Empujo la puerta despacio. Él está de pie al lado de la mesa donde hemos cenado. Hace una media sonrisa y me tiende el talón y el efectivo. Creo que no has vuelto por esto. El mismo coge mi bolsa y mete todo dentro, tirándola en sillón de nuevo. Coge la llave de la habitación y una bolsa de portátil. No te quites la gabardina, ven conmigo, deja el bolso aquí. Ahora volvemos.
Salimos de la habitación. ¿Dónde vamos? Pregunto. Vamos a coger el ascensor. No quiere que pregunte más, parece. Camina serio, mirando el suelo. Levanta la cabeza, me mira y sonríe. Llama al ascensor y entramos. Hay otras dos personas dentro, van a la planta baja. ¿Cómo te has sentido cuando te tiraba del collar? Pregunta, sin importarle quién escucha. Me paro a pensar. Viva, respondo. De eso se trata, dice. Las dos personas salen, entran otras tres. Él deja que marquen las plantas dónde van, pero él no marca ninguna. El ascensor hace las paradas correspondientes. Salen dos personas de las tres. Entramos un poco más al fondo. Me mira, le miro, creo que he entendido. Sale la tercera persona, entran dos. Estamos subiendo. Salen en el quinto y sexto, y él pulsa el botón de la octava planta, la última.
Cuando llega, da al botón de stop y coloca la bolsa entre las puertas. Se asoma al pasillo. Esta planta no tiene huéspedes, generalmente, dice. Démonos prisa. Desabrocha el cinturón de mi gabardina, y la abre. Mete su mano en mi sujetador y me vuelve a sacar las tetas. Empieza a tirar de mi tanga hacia afuera, y mete la mano dentro, mientras mete su boca en mi cuello. Aprovecho para quitarle el cinturón y tirar hacia debajo de su ropa, por debajo de su ingle. Me gusta lo que veo. Subo mi pierna derecha por detrás de su trasero y me penetra. Empieza a empujarme contra la pared del ascensor, mientras agarro fuerte su trasero. Tanto él como yo tenemos espejos en frente.