Me despierto en mitad de la noche, o no del todo, estoy adormilada. Me ha despertado notarte cerca moviéndote. Es la primera vez que estamos juntos, quizás la última. Te acercas a mí por la espalda, tu pierna me roza, oigo tu respiración, intensa. No me muevo, quiero ver qué pasa. Te acercas más, te noto entre mis muslos, duro. Pones suavemente tu mano en mi cadera y vas bajando despacio, y paras. Yo no me muevo. Unos segundos después me arqueo hacia delante, marco la curva de mi trasero contra ti, y ahí me quedo. Sé cómo te gustan mis curvas, por detrás…, y la línea de mis muslos. No te atreves a despertarme… Me coloco boca arriba en la oscuridad ─ tú a mi derecha ─ con las piernas abiertas y las rodillas en el aire en la semioscuridad de la habitación. Deslizas tu mano sobre mi vientre, caliente, poderosa, con esos dedos largos de cañas bien formadas. Después de unos segundos me giro hacia ti, con los ojos cerrados. Te noto frente a mi cara, abro los ojos y ahí estás. Sonrío como dormida. Pasas tu brazo detrás de mi espalda y tiras de mí, me besas, yo paso la mano por tu brazo ─ cuántas veces había querido hacerlo ─, ahora por tu espalda. Sigue, tu boca es lo mejor. Te toco, me tocas, estamos por todas partes. Ya fuiste suave, ya fuiste despacio y con cuidado. Haz lo que quieras, como quieras, con fuerza, no me voy a romper ─ te susurro. Te metes entre las sábanas, estás entre mis tetas.