Esta mañana me despierto contigo. Estás dormido todavía, desnudo. Pienso que te tengo a mi alcance, a unos centímetros. Me acerco despacio, intentando no despertarte, para verte de frente. Te miro, con los ojos cerrados, lo relajado que estás, tus labios pegados.
Estoy frente a ti, a uno centímetros apenas. Humedezco mi dedo, lo acerco a tus labios y empiezo a seguirlos, despacio, resbalando. Intento separarlos un poco, los pellizco. Sigo humedeciendo mi dedo para volver a tocarlos. Te mueves un poco, pero sigues durmiendo.
Me acerco un poco más, pongo mi mano sobre tu hombro derecho y voy bajando despacio por el brazo, hasta llegar al dorso de tu mano; la cojo, miro tus dedos de cerca, uno a uno, cada pliegue, los pongo en mi boca, los meto dentro uno a uno, uno tras otro. Lamo la palma de tu mano, abierta. Me gustan tus manos. Esas con las que lo haces todo, con las que trabajas, con las que te tocas cuando estás solo.
Dejo tu mano, y pongo las mías sobre tu pecho, planas sobre tus pezones, voy recorriéndolo de un lado a otro, sin orden ni concierto, mientras pienso. Me gustaría mucho atarte un día. ¿Dejarías que te atara?
Abro la sábana para mirarte entero. Te mueves un poco. Me gusta el vello de tu pecho. Dejo que sigas durmiendo, mientras empiezo a rozar tu pene con mis dedos. No tengo prisa, ni sé dónde voy. Solo lo rozo con mis yemas, tan suavemente que me voy y vuelvo a ratos. Tengo que acercarme un poco más. ¿Notas mis pezones pegados a ti? Están vivos ya.
Pongo mi mano debajo de la nuca y la voy recorriendo, con la derecha estoy en tu muslo izquierdo, mi boca metida en tu cuello, solo respirando. Me encanta recorrer tu espalda. Ahora estoy sobando tu trasero, ahora detrás de tus muslos, con las dos manos… Estoy atenta a las sensaciones que me produce tocarte por aquí y por allá. Ahora tú entrepierna, masajeando el vientre alrededor de tu pene, las ingles… Meto las manos entre los muslos, paso las palmas por todas las esquinas, curvas y pliegues, húmedos, sudorosos…
Froto tus pies con los míos, te masajeo con mis plantas. Cómo me gustan los pies…, tus pies. Solo mi pequeño tanga me separa de ti. Así sigo. No sé dónde voy ni me importa. Creo que ya estás despierto pero no quieres abrir los ojos. Te gusta lo que te hago ¿verdad? Creo que te voy a besar, a ver qué pasa. Te miro, no abres los ojos, pero rozo tus labios y los separas un poco, aprovecho para colarme. Cojo tu cara entre mis manos y te mordisqueo. La forma de tus labios dice que tienes muy buen apetito. Paso mi lengua por los míos, y los rozo con los tuyos, solo con la punta. Me separo despacio.
Ya te despiertas. Yo no sé dónde voy. Dime dónde vamos.