Hace bastante calor, aunque por esta zona de Cádiz la corriente de Tarifa refresca mucho. Estamos en la playa de Bolonia. No soy una fan ni del sol ni de la playa, pero por aquí no hay oleadas de turistas.
El día da para mucho durante las vacaciones, resulta hasta extraño no saber qué hacer.
Llevas un rato leyendo en la cama, el periódico. Te has quedado dormido, medio recostado en unos cojines, en calzoncillos. No es lo tuyo andar en ropa interior, pero estos días de calor, para dormir la siesta… No está mal verte así, a mí me gusta. Cojo el periódico y leo un rato. Lo mío no es la economía pero no me viene mal. ¿Has visto algo interesante? Bueno, si estás dormido, luego me cuentas. Sigo leyendo. No se oye ni un ruido en la casa, la hemos alquilado por tres semanas, rodeada de matojos y casi de arena. Hay días que yo ni voy a la playa, la verdad. Pero me gusta la zona.
¿Dónde están los niños? Se han ido a bañarse dando un paseíto, con este solazo, qué pereza. Sigo leyendo. Acabo mirando oportunidades inmobiliarias en la zona, empiezo a hacer cálculos y a comparar precios y zonas. ¿Lo has visto? Seguro que cuando te despiertes me comentas esto, como si no te conociera. Te miro, pero qué bien estás. Miro el periódico, y te miro a ti. Creo que acabo de elegir. Lo dejo a un lado, y me concentro en ti. Dormido. Llevas puesto ese slip blanco liso tan fino, de esos que casi se transparentan. Para el verano el algodón fino es mejor, haces bien. El color es aburrido, pienso. Pero qué sugerente es poder entrever lo hay debajo… Me pego a tu lado, brazo con brazo. Lo siento por la siesta. Tiempo tienes de dormir. Alargo mi mano y muy suavemente rozo encima de la tela, a penas. No te mueves. Sigo la forma de tu pene con el dedo índice, solo rozando por encima, has dado un respingo, pero sigues durmiendo. Esto me gusta.
De pronto me levanto para cerrar la puerta con llave. Por si acaso vuelven. Este invierno una amiga de mi hija me dijo en el patio del colegio que había visto a su padre desnudo y a su madre con un cinturón con un pene. Me lo soltó así. Los niños cuentan a sus conocidos lo que pasa en casa, si es malo como si es algo que les despierta dudas. Miré a Mónica – que así se llama la niña − e hice una sonrisa, a la que ella respondió con otra sonrisa. Creo la tranquilizó. No me imagino a la estirada de Pilar en esa situación.
Vuelvo a la cama. Esta vez me recuesto boca abajo, enfocando a tu entrepierna, para trabajar mejor. Te miro, traviesa que soy. Vuelvo a rozarte con solo un dedo, lo mojo con mi lengua y te rozo, lo repito una y otra vez. La tela se humedece algo. Qué idea tan estimulante. Me lamo del índice al meñique de la mano derecha y los paso suavemente por encima de ti, de tu polla, vamos. Esto promete, has abierto un ojo y veo que ya te pones contentito. Me miras y sonríes medio dormido. Cierras los ojos otra vez, pero ahora sí que te vas a despertar, pero bien. Vuelvo a dar unas pasaditas bien pringosas. Ahora sí que estás motivado. Abres lo ojos del todo, y te sientas con la espalda más recta en los cojines, atento a lo que hago. ¿Te gusta?… Das un suspiro. Agarro con mis dos manos tu slip y bajo la parte delantera hasta dejarla al descubierto, está bien tiesa. La acaricio, y la vuelvo a guardar dentro de la tela, que subo cuidadosamente. Me miras con sorpresa. No tenemos prisa, pienso. Parece que no sabes de qué va esto.
Me recuesto un poco más, y acerco mi boca a tu entrepierna. Mis labios húmedos tocan la tela, sale mi lengua y empiezo a dar toquecitos debajo de los huevos, una y otra vez. Lamo y vuelvo a lamer, una vez tras otra. Cada vez que paso la lengua se humedece un poco más y más, parece que te gusta. Cuanto más húmedo más sensación te da, la tela pegada me ayuda a animarte. Aplico mis labios semi cerrados sobre el tejido ya húmedo, y mordisqueo entre mis dientes, mi lengua sale a frotarse contigo, una y otra vez. Veo en tu cara la sensación que producen mis labios, mi boca caliente y mi lengua que se pasea adelante y atrás. Ahora humedezco mis dedos y sigo toda la línea de tu polla, despacio, una y otra vez, hasta que está bien, bien húmeda la tela y se transparenta totalmente. Ahora llegan otra vez mis labios, que se abren, y paso la lengua, muy muy despacio desde la base hasta el glande, y lo repito una y otra vez. Mis manos planas a ambos lados de tu miembro para mantener la tela bien tensa y pegada a ti. Mi lengua va y viene, va y viene, despacio, caliente. Ahora cierro mi boca sobre la punta y me quedo parada, rozo con la legua tan suavemente que te dejo con las ganas. Tus ojos se están dando la vuelta, veo que tu cerebro se desconecta poco a poco, no puedes ni pensar. Quieres más, pero te dejo con las ganas. Estiro la tela, y otra pasadita lenta, caliente y húmeda. Succiono la punta, la pellizco con mis labios. Me aparto un poco y dejo de hacer nada. Metes la mano dentro y te la sacas para ofrecérmela. Te tengo bien caliente. Me mojo bien los labios y me acerco muy despacio. Meto la punta en mi boca mientras tú te la sujetas, atento. La cierro y mi lengua empieza a rozar, a hacer círculos, a dar toquecitos, a hacerte rabiar otra vez. Echas la cabeza hacia atrás, deja que te la coja yo, qué rica. La cojo como una flauta con la derecha, mientras con la izquierda hago una copa para tus huevos. Ahí estoy lamiéndote despacio de abajo a arriba, y de arriba abajo. Me está poniendo muchísimo hacerte esto. Pienso en las fibras nerviosas que estoy recorriendo y es como si fueran mías. Te miro, resoplas de placer a cada pasada, a cada lamita, a cada chupetón que doy. Cuanto más te gusta más me excito yo. Córrete en mi boca, digo. Me miras con sorpresa. Sí, me apetece, parece que a ti también. Te acaricio de abajo arriba, acelerando solo un poco más el ritmo, y así lo dejo, mientras te chupo. Voy a seguir así hasta que te corras. Te froto una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Veo que vas llegando. Entonces dejo resbalar mis labios para meterla más al fondo y sigo adelante y atrás, más profundo, me paro en seco unos largos segundos, y vuelvo a empezar. Repito el ritmo, y repito… En una de estas te corres. De pronto noto el flujo en mi boca, caliente, viscoso. Das un largo suspiro de placer. Como me acabas de poner… Lo tengo en la boca, lo retengo, me lo trago y sonrío. Esto en nuevo, me dices. Sí.
¿Y tú? ¿Yo?… Tienes quince minutos para recuperarte…