Todavía no ha entrado el verano y no hace del todo calor. Ana y Pedro van a ir a pasar el sábado a la sierra con unos amigos, Andrés y Lucas. Los dos fueron compañeros de estudios de Pedro.
Ya han compartido excursiones de este tipo, y fines de semana y vacaciones incluso. Se conocen bastante bien.
Pero hoy tiene un componente diferente. Los cuatro han acordado tener sexo juntos. La idea partió de la pareja. Surgió espontáneamente, hablando de estos temas, bromeando. Uno de ellos habló de hacerlo realidad. Los hombres están libres justo en este momento, así que pensaron que podían proponerlo. Fue Pedro quien habló con ellos, cuando estaban quedando para pasar este sábado.
Estaban tomando algo, ella estaba fuera. La primera reacción fue de cierto estupor, y risas cómplices. No pensaron que Pedro estaba bromeando, pero los otros dos se miraron entre sí, y después de dejar las risas iniciales, se quedaron pensativos. Pedro siguió: a nosotros nos apetece algo así, nos excita mucho, y pensamos que a lo mejor con vosotros no hay problemas después. Andrés miraba fijamente a su amigo − muy serio −, pensando. De pronto se quita el puño de la boca y dice “pero Pedro, y si a alguno nos gusta el tema con Ana y…”, y empieza a reírse. Y siguió con la broma: “¿y si nos gusta podemos repetir con ella a solas?”, y explotaron en risas los tres. No bromeo, dijo Pedro, intentando dejar de reír. Finalmente se calmaron y se hizo un silencio. Después ya empezaron a hablar más en serio, no sin que los invitados a la bacanal dejaran de parecer pensativos. Pedro siguió entonces: pero si uno o los dos decís que sí es porque os parece bien y no va cambiar en nada vuestra relación con nosotros; somos los mismos antes y después, sin más tema que divertirnos. Nada más.
Lucas y Andrés se miraban el uno al otro, como preguntándose. Al final quedaron en pensárselo un poco y contestar antes del fin de semana. De cualquier forma compartirían el sábado juntos. Habían reservado una casa para los cuatro para pasar la noche.
Faltaba una semana para el encuentro. Cuando faltaron tres días, Lucas llamó a Andrés para hablar del tema, y preguntarle qué le parecía. Hablaron un rato por teléfono, en serio. Estaban de acuerdo en que ninguno quería que las cosas cambiaran después. No debería tener más implicaciones que compartir una barbacoa, si es que eso era posible. Decidieron seguir adelante.
Llegado el sábado elegido cargaron la vanette de la pareja con las bolsas y comida para estar al aire libre y cenar en la casa. Cuando se encontraron la cosa se sentía un tanto extraña entre los otros dos y la pareja, pero sin llegar a estar incómodos. Tomaron un desayuno juntos antes de llegar. Cuando ya estuvieron en el sitio elegido, dejaron la furgoneta en una zona cerca del río, un tanto alejada. Estaban además protegidos de las miradas por una pendiente muy empinada. La casa estaba en un pueblecito, mucho más abajo, donde irían cuando ya fuera bajando la luz solar, para pasar la noche.
Pedro sacó un tapete campero y lo estiró en el suelo, sacó la nevera portátil con el hielo, refrescos y cervezas. Él mismo, de pie, se abrió una y se puso a beber, dando a entender a los demás que se sirvieran ellos mismos. Las puertas de la furgoneta estaban abiertas, orientadas en oblicuo hacía donde Pedro había colocado el tapete. Mientras daba unos sorbos a su cerveza hizo una señal a los otros dos para que vieran que en el suelo de la furgoneta había una caja de preservativos. Se dieron por enterados sin hacer ni decir nada. Ana estaba también bebiendo, habían pasado bastante calor durante el trayecto.
Los amigos habían reparado en el atuendo de ella, un tanto estrambótico para una acampada. Llevaba un top de algodón multicolor, muy deportivo, una minifalda vaquera, y debajo medias negras hasta el muslo, unas bambas blancas y para terminar, una gorra de visera. Ana sonreía y dijo: podía habérmelas puesto aquí, pero para qué esperar. Cuando bajaron a tomar café, antes de llegar, más de uno miró a la mujer con sorpresa, pero ella parecía responder con una mirada divertida. Llevar esa ropa en público la excitaba más. Hablaron durante un rato, picaron algo y planearon el resto de la jornada, sin hablar de lo que habían previsto que pasara y que acordaron que podría ocurrir espontáneamente cuando les apeteciera.
En un momento dado, Pedro les hizo una señal a sus amigos, diciéndoles: ¿por qué no empezáis alguno con Ana? Siguieron bebiendo tranquilamente. Entonces Lucas se levantó, cogió de la mano a la chica de su amigo y la llevó entre las dos puertas de la furgoneta, apoyó su trasero en el suelo del vehículo y tiró del brazo de ella para abrazarla. Pedro sonrió. Los otros dos seguían hablando y bebiendo, pero se colocaron sentados en el suelo en mejor posición para poder ver a la pareja. Cuando ya la cosa estaba más que caliente, es decir, que ella tenía la camiseta bajada por la cintura mientras él le lamía los pechos, ella acariciándole el pene mientras él metía la mano debajo de la falda, los otros ya dejaron de hablar entre sí para solo mirarles. Pedro soltó un “pero cómo me están poniendo…” y se puso a masturbarse, y Lucas lo mismo. Pedro le hizo otra señal a su amigo para que se uniera al dúo. Los dos hicieron un sitio al recién incorporado, aunque los primeros estaban ya casi en harina. Lucas sustituyó al primero que pasó a un lugar de apoyo, besando y toqueteando a Ana. Cuando parecía que uno de ellos iba a terminar lo interrumpía y dejaba paso al otro para alargarlo un poco más. Pedro siguió todo el rato a lo suyo, mirando, y parecía estar disfrutando mucho. La cosa ya no podía sujetarse más y terminó con dos penetraciones sucesivas por detrás, con un minúsculo tanga negro puesto, las medias y las zapatillas deportivas.
Cuando terminaron los tres, después de vestirse y lavarse las manos, se volvieron a juntar todos junto a las bebidas. Había una cierta incomodidad por parte de los dos amigos, y entonces Pedro dijo: “¡cómo me lo he pasado mirando! ¡Ya tenía ganas!” Lucas respondió con una carcajada. Pedro siguió: luego empezamos otra cosa…
Después comieron, hablaron, lo pasaron bien y el ambiente estuvo ya normalizado. No hablaron entonces de lo que había pasado, pero parecía que había satisfacción general por haber roto algún tipo de barrera invisible, sin aparentes consecuencias.
Después de esto hubo otros encuentros esa tarde y esa noche: dúos y tríos. Pedro también participó, pero la mitad del tiempo prefería mirar. Pero cada vez que se iniciaba algo parecía encantado, y ella también.