Como prometí, después de cenar, bajo a tu habitación. Ya sé que los sirvientes comentan y que todo se va a saber. Todo se va a saber igual. No me importa. No pienso tener ningún disimulo innecesario. Estoy sola desde hace meses, y con suerte mi marido no volverá en bastante tiempo, hasta terminar el año.
Estás tendido en tu cama. Según entro te sientas, y te vas a levantar, mostrando respeto. Menos mal, no quiero tener que aplicar correctivos. No es eso lo que quiero. Siéntate. Me siento a tu lado. Cerca.
Te voy a explicar lo que espero.
Te ocuparás del funcionamiento del servicio. Hay cuatro sirvientas, una cocinera y un mozo. Sé cordial, pero mantén distancia con ellos. Estarás unos días viendo cómo se organiza todo. Tenía un encargado, pero murió de repente hace un par de meses. Llevaba muchos años. También te ocuparás de los gastos, pero te lo explico cuando domines lo primero.
Yo vendré mañana por la mañana a explicarte personalmente todo, pregúntame lo que quieras, búscame donde esté si te encuentras algún problema. En las afueras de Roma tengo dos predios, con cultivos. También quiero que te ocupes de ellos, pero más adelante.
Esto es lo que oyes, pero esto es lo que pienso. Quiero acercarme más a ti, pero no debo. Sabes muy bien por qué te he comprado y para qué te quiero. Pero voy a esperar a que te sientas cómodo. Arriba está mi dormitorio, que espero que sea tan familiar para ti como el tuyo propio. Creo que estás escuchando mi cabeza. Todo esto que no te digo, ya lo sabes.
Ahora te levantas, te pones de pie delante de mí, te quitas la camisa y te quedas en cueros. Esto no me lo esperaba. Sí que me estás provocando. Está bien. Me levanto, me acerco a ti y te agarro de los huevos. Pensaba darte tiempo, o no tocarte siquiera. Pero como me lo ofreces voy agarro lo que he pagado. Respiras fuerte, pero no te atreves a hacer más. Venga, bájame el vestido. Te pongo las manos en mis hombros, meto tus dedos debajo de la tela, ahora tiras de todo hacia abajo. Creo que lo acabas de romper. Lo sujeto como puedo. Espera, que te voy a besar, así vas aprendiendo. Degusto esos labios, esos dientes, ya me sé hasta cómo muerdes, tu lengua, y todavía no te he oído ni hablar. No, ni hablar, me voy. Agarro mi vestido, ahí te quedas, bien erecto. Ahora cuando me vaya, usa tus manos.