UXUE BENGOA

Una visita a los mercaderes

Con aquello de que parezco altiva y demás. Vaya tontería. Eso sí que es no conocerme. Voy a volver a bromear sobre ello. Pero con una historia...

Otra vez me acuerdo de ti. Sí, me gustaría volver a verte. A ver si… 

Con aquello de que parezco altiva y demás. Vaya tontería. Eso sí que es no conocerme. Voy a volver a bromear sobre ello. Pero con una historia ¿te parece? 

Crees que soy altiva y dominante. Tanto que se me ha ocurrido imaginarte, imaginarme. 

Me sitúo en Roma. Una casa sobre el Tiber, con jardines y estanques decorados con mosaicos, mucha agua. Es verano. Estoy esta tarde en el coliseo, viendo los juegos. Con una amigas, qué aburrimiento. Terminados ellas no paran de cacarear, quieren ir a comprar unas telas. No sé, me aburro. Yo he visto algo más interesante. Te he visto a ti, cuando te han sacado a la arena encadenado para exhibirte, junto a los demás esclavos. Mientras ellas se van a comprar bolillos, yo voy a ver al tratante. Bajo a los sótanos y me dirijo a él.

Eres muy reconocible: el norteafricano de la trenza. Te sacan para que te vea. Ahí estás. 

Sonrío, pero rápido intento disimular. El tratante me dice tu edad – 34, todos los dientes, 62 kg, 1,66 cm, trabajos que has hecho, carácter dócil y trabajador, que sabes leer y escribir – esto me será muy útil – comento, y el precio. ¿Dócil? Espero que no demasiado. ¡Tendrá carácter! Da igual, en tu mirada veo que no eres tan dócil. 

Quiero verlo, quítale el paño. El tratante, me mira. ¿Delante de una señora? Sí, la señora quiere ver lo que compra, quítale el paño. La  señora no es la primera vez que un hombre. Quítale el paño. Así, lo hace. Como esperaba, magnífico, proporcionado. Me gusta, mucho. Le digo al tratante que te entregue en mi casa, allí recibirá tu precio. 

Me marcho. Estoy impaciente por que llegues. 

En una hora y media, ya casi está anocheciendo, te están entregando en mi puerta. Te traen maniatado. Veo desde la ventana como entras en el jardín y se marcha el recadero.  En cuanto se ha ido, bajo a verte, te saludo. Despido a la sirvienta, ya me ocupo yo personalmente. Te digo que me sigas, vamos a tu habitación. 

Ahí tienes preparada ropa limpia, y  te indico dónde puedes darte un baño. Hueles a sudor, pero me acerco a olerte. Me encanta, creo que lo estás notando. No puedo perder de vista el vello de tus axilas, y el que está detrás de tu paño. Saco mi puñal que traigo preparado y corto las cuerdas de tus manos. Lo primero que haces es arrancarte el taparrabos, no sé si por insolencia, o me estás provocando. Sí, no eres tan dócil. Cuando te hayas bañado puedes cenar. Luego, quizás me pase por aquí para darte instrucciones, aunque sea tarde. Quizás, no, me pasaré. 

Como eres un insolente voy a serlo yo también, según me voy paso mi mano por tu espalda, de arriba abajo. Me llevo la mano a la boca…

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